Digamos que si alguna vez la tuve, la he perdido por el camino. No es que no me guste enseñar. Es que no soporto a los niños en su especial reclamo de especificidad. Y a este paso cada día veo que va -y que va a- peor. San Salomon, ten piedad de los maestros.
No tengo ni ganas de contar por lo que paso. Y quizás no debiera publicar esto.
Aunque no, no me lo pienso callar.
4 comentarios:
Mestre?
No és d'estranyar la teva calvície.
A la proxima reencarnació néixere estèril.
!!! Juro que mai més ................ !!!
Si te'ls mires amb afecte fins i tot semblen bonics.
la culpa no es de los niños. es de los padres (y, como tal, entono mi parte del mea culpa). en palabras de un compañero mío, pedagogo: "los niños son niños desde siempre y siempre serán niños. somos los padres los que hemos cambiado nuestro papel y ya no queremos hacer de padres"...
Un abrazo muy fuerte!
Sea lo que sea, que sepas que tienes apoyo por todos lados!
Tranquilo, yo trabajo de cara al público y cada día odio más al público, jajajajajajaja, y cuando llegan niños pienso en Herodes, por qué será me interrogo, jejejejeje
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