El pasado lunes, la maestra de un niño de mi escuela nos informa que el muchacho (J. 8 años) ha venido contando que su mamá se ha ido al cielo. Le explica que su padre le había contado que le había explotado una vena de la cabeza y que se había muerto muy rápido. J no parece estar muy afectado, o al menos no lo demuestra. El hermano de J (A. 6 años) cuenta a su maestra otros detalles. El padre había tirado a la madre al río. Dedujimos que debían haber sido las cenizas. Hablamos con el psicólogo del centro y le proponemos que trate el tema con los niños, que pensamos que un trago de ese calibre no puede quedarse en algo tan frío como lo que explican los críos. El psicólogo hace el jueves una sesión con los hermanos y las dos tutoras, sirviéndose de unos muñequitos click. Las tutoras lo pasan fatal, más aún viendo la frialdad (aparente) con la que los dos hermanos narran los hechos que su padre les ha contado. El hermano menor abandona la sala de la reunión visiblemente consternado pero sin llorar.
Debo añadir algo de historia a estos detalles anteriores. Los dos hermanos llegaron a la escuela el curso pasado. Los inscribieron los responsables de un centro de acogida. Sus padres estaban obligados por mandato judicial a verles al menos una vez cada quince días aunque no siempre cumplían con ese mandato. No sé la razón por la que los niños fueron separados de sus padres. Durante el mes de octubre J estaba ilusionado con que su padre vendría a la escuela a ver una actuación de los hijos. El padre no apareció. La madre tampoco. El niño dejó de hablar de ello.
Me pregunto qué entereza, coraza, falta de apego o estrategia de autoprotección hay dentro de esas dos criaturas. No creo que no les pase nada por dentro. No quiero pensar que J y A sientan así. ¿Es posible dejar de querer a una madre?
Debo añadir algo de historia a estos detalles anteriores. Los dos hermanos llegaron a la escuela el curso pasado. Los inscribieron los responsables de un centro de acogida. Sus padres estaban obligados por mandato judicial a verles al menos una vez cada quince días aunque no siempre cumplían con ese mandato. No sé la razón por la que los niños fueron separados de sus padres. Durante el mes de octubre J estaba ilusionado con que su padre vendría a la escuela a ver una actuación de los hijos. El padre no apareció. La madre tampoco. El niño dejó de hablar de ello.
Me pregunto qué entereza, coraza, falta de apego o estrategia de autoprotección hay dentro de esas dos criaturas. No creo que no les pase nada por dentro. No quiero pensar que J y A sientan así. ¿Es posible dejar de querer a una madre?
Para Tam, con un abrazo muy grande.
11 comentarios:
jo. povrecitos. no se nos hocurre nada mas que dicir.
deve ser duro yebar lla tanta carga siendo tan pequenyo. no se lo mereze nadie...
vesis
que responsabilidad tan grande la de los maestros cuando nos encontramos con padres como estos, si no fuera por ellos estos niños estarian totalmente indefensos ante las agresiones de la vida, bravo por ellos
Me has hecho llorar...
Supongo que sí, es posible dejar de querer a una madre que las madres, por ser madres, no son santas. Pero con esas edades... pobrecitos. El dolor tiene que ser muy grande.
Besos
por una experiencia muy cercana, te puedo decir que sí, que se puede dejar de querer a una madre. porque hay madres sin sentimientos que, al final, no son más que incubadoras... suena duro pero es así. hay mujeres que eligen su papel. lo malo es que sus hijos no pueden elegir y son los que sufren.
Supongo que sí, no se la vida es mucho más dura de lo que a veces estamos dispuestos a asumir.
Mil gracias Shysh.
Dependerá de la madre, supongo. Para mí es imposible e impensable algo así.
Muchos besos.
Este post me ha recordado una pregunta de respuesta múltiple que me cayó en mi examen MIR hace ahora 7 años:
¿A que edad entiende un niño la muerte como un estado definitivo?
Quizá el pequeño aun no lo comprende del todo.
En todo caso, estos niños habrán pasado ya por tanto, da la impresión de que son supervivientes en cierta forma.
Es un relato tremendo.
Cuántas cosas se esconden en la realidad cotidiana de un niño sin que casi nos demos cuenta.
Y cuando nos damos cuenta... cuanto escondemos para no darnos cuenta.
¿es la nuestra, la misma autoprotección qu ela de esos dos desgraciados marcados por el destino?
Es triste... pero real.
Pues sí, es posible dejar de querer a una madre.
Por desgracia para algunos es posible (y aunque sólo yo me entiendo no me refiero a estos dos pequeños).
Afortunadamente (no me canso de dar gracias por ello) a otros nos resulta, simple y llanamente, imposible.
Adoro a mis Padres!!
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