Seguimos con la relación de co-usuarios de mi gym:
Están T y P, antes inseparables, ahora cada uno por su lado. T es un cantamañanas que habla con un vozarrón enorme y no hay manera de hacerlo callar. Incluso en la zona de aguas, en donde se ruega silencio. Con él ya he tenido un par de altercados. Un día en que le pedí que bajara la voz me dijo que él era una persona bien educada, que si algo le habían dado sus padres era una buena educación. Yo añadí que además de eso, le habían dado una voz que hacía temblar las paredes. Y que no tenía porqué oír sus comentarios. P ha cambiado. De ser compañero de vocerío de T ha pasado a ser un solitario, después de una operación de reducción de estómago y la dieta posterior que le ha hecho perder muuuuchos kilos. Ya no es el mismo. Igual ha reflexionado sobre su anterior actitud o el estar a dieta le ha cambiado la personalidad además de la barriga.
Tenemos también a
Los Guirigays. Este es un conjunto heterogéneo de estado físico diverso que llegan al gimnasio aconsejados por no se sabe qué guía de lugares de acción. Algunos visten modelitos que habría que fotografiar, ya que no encuentro palabras. Además de entrenar, se dedican a flirtear con sus especimenes favoritos. Y a buen seguro que muchas veces logran llevarse a la boca algo más que una paellador.
Los exhibicionistas de ducha. Oyes que mira que tranca tengo. Uau cómo me gusta estar bajo el agua, sin pensar que están gastando más de la necesaria en un país que anda escaso de ella. ¿Ya has visto lo que me cuelga?
Los exhibicionistas vocales: Ostia tu qué paella que nos metimos el otro día. Ostia tú, cómo nos pusimos el otro día venga cubatas. Ostia tú, que putada lo del Madrí. Ostia tú si hubiera tapones para bocas, pienso yo.
Los niños y adolescentes: Nunca les presto mucha atención aunque hay días en que lo que hacen y dicen reclama mis oídos. Sartas de sandeces, boludeces y chulerías de imitación del machismo más trasnochado. Cuando se juntas los niños y niñas, si les observas detenidamente verás que la cosa está que arde, que van muy adelantados, que
El Calvito De Flor en Flor. Un culillo de mal asiento. Su estancia en la sala de fitness es movidita. Él entrena (poco) en la máquina de enfrente o de al lado de las chatis. Cambia continuamente de ubicación dependiendo de las presas que haya o del caso que le hagan, que generalmente es poco, bien porque no es muy directo o porque es muy pesado sin hablar, sólo mirando de esa manera fija hacia donde se encuentra su objetivo del momento. Tres repeticiones aquí, tres minutos sin hacer nada más que aguantar la toalla allí. Aún así, el tipo lo conserva.
Los Smelly y sus olores. Varios tiparracos hay que huelen como zorrillos. Se nota su entrada en la sala nada más abren la puerta. Dior, pregunto yo, ¿cómo se podrán aguantar ellos mismos sin caer narcotizados? A estos no los neutralizas ni con un baño de Oust ni untándoles toditos de Neutrex Futura con partículas de esas maxi oxi lo que sea. Son la versión gym de los Trolls de David el gnomo.
Está el Cultureta No Hay Quien Me Calle, comentarista de los últimos estrenos del Liceu, de los teatros y de las películas. Aunque no te interese la información que da, no te queda más remedio que oírla.
Está el grupo de homófobos, los que sueltan sin pensarlo “Ostras, hoy ni se te ocurra agacharte a coger el jabón. Jolín cómo está el mercao de calamares”. O el protagonista de “A veces oigo voces
Mención aparte merecen los empleados. Si se dice normalmente que los funcionarios trabajan poco (cosa que a mí me ofende aunque en algunos casos sea cierto), esta gente trabaja menos que el sastre de Tarzán. A las pocas semanas de haber entrado en plantilla el escaqueo es su máxima y su máximo esfuerzo. Que los vestuarios y lo lavabos están sucios, a mí qué, si yo estoy aquí de cháchara con los colegotas.
Y por sugerencia exterior (Víbora dixit) también debo incluir a los observadores, callados y calvetes que miran en los descansos entre hierro e hierro y entre los vapores de la sauna. Calladitos y anotando las cosas mentalmente.
A veces mis amigos me preguntan por qué no me cambio de gimnasio y yo les digo: ¿Para qué con lo distraído que es éste?
6 comentarios:
Jajajajajjaja, lo cuentas que da gusto leerte.
Con lo de los Smelly, casi me caigo de la silla de risa, en serio... (es que conozco y sufro a alguno de estos, por lo que lo de caer narcotizado me ha roto).
Yo a veces hago de observadora también, notas mentales, en el bus, y tal.
Es verdad, tienes razón ¿para qué te vas a cambiar de gimnasio si en este tienes muco que ver y disfrutar?.
Saludos
Tristana y yo muertas de envidia. Vas a un gimnasio y encima eres capaz de observar y contar.
Nos han gustado mucho tus comentarios. Nosotras no vamos a ninguno, a mí no me hace falta y a ella le da verguenza y fatigas.
Creo que aunque cambies de gym vas a encotrar lo mismo, he identificado a todos los especímenes que describes.
Lo de los empleados es de juzgado de guardia. No se en el tuyo, pero en el mío todo está lleno de letreritos que piden amablemente que dejes las pesas en su sitio cuando acabes los ejercicios.
Más de uno dice que las recojan ellos, que así harán algo aparte de hablar y ligotear.
jajajaja
Pero qué bueno!
Yo soy "la que no levanta nada, corre nada ni aguanta nada en la bici pero que suda y se pone roja como si estuviera en los campeonatos del mundo".
ostras que autentico, es mismamente el gimnasio al que yo voy, estan los mismos especimenes y que no falten pues dan color y calor a nuestras vidas
Publicar un comentario