REEDICIONES PRIMAVERALES. LA LUCHA CONTRA EL OLVIDO 2
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Aquele abraço
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Aquel abrazo (no) le trajo más que grandes momentos de esperanza que a punto estuvieron de acabar con la paciencia de sus amigos.
Todas sus conversaciones a partir de aquel día giraron en torno al abrazo, que acabó siendo odiado por todos los que en algún momento del día compartían un espacio con él.
En la tienda donde trabaja, en el gimnasio, en los bares, su único tema de conversación era el abrazo que aquel día, hace ya casi dos meses le diera el tipo tras el que iba.
De nada servía que sus amigos le insistieran en que había sido un abrazo de bienvenida y despedida, un primer, único estrujón algo emocionado que el otro le concedió movido por la ternura de la declaración de amor e intenciones que había escuchado en los minutos anteriores.
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Aquel abrazo (no) le trajo más que grandes momentos de esperanza que a punto estuvieron de acabar con la paciencia de sus amigos.
Todas sus conversaciones a partir de aquel día giraron en torno al abrazo, que acabó siendo odiado por todos los que en algún momento del día compartían un espacio con él.
En la tienda donde trabaja, en el gimnasio, en los bares, su único tema de conversación era el abrazo que aquel día, hace ya casi dos meses le diera el tipo tras el que iba.
De nada servía que sus amigos le insistieran en que había sido un abrazo de bienvenida y despedida, un primer, único estrujón algo emocionado que el otro le concedió movido por la ternura de la declaración de amor e intenciones que había escuchado en los minutos anteriores.
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- Qué pesadito está con el abrazo.
- Yo es que ya no sé cómo decírselo. Cada vez que nos vemos que si fue maravilloso que si tenías que haber visto cómo me cogió.
- El otro día llego al Marlene y estaba contándoselo a unos que no me suenan de nada. Allí estaba dale que te dale con los ojos tan bonitos que tiene, y la mirada tan tierna que tenía cuando se despidió.
- Dicen que se ha ido a Australia por trabajo.
- Como para que le de por ir a visitarlo.
- ¿Te imaginas?
- Pues no te creas que no le creo capaz.
- Con lo entusiasmado que está, a mi tampoco me extrañaría que hiciera una locura.
- Qué pesadito está con el abrazo.
- Yo es que ya no sé cómo decírselo. Cada vez que nos vemos que si fue maravilloso que si tenías que haber visto cómo me cogió.
- El otro día llego al Marlene y estaba contándoselo a unos que no me suenan de nada. Allí estaba dale que te dale con los ojos tan bonitos que tiene, y la mirada tan tierna que tenía cuando se despidió.
- Dicen que se ha ido a Australia por trabajo.
- Como para que le de por ir a visitarlo.
- ¿Te imaginas?
- Pues no te creas que no le creo capaz.
- Con lo entusiasmado que está, a mi tampoco me extrañaría que hiciera una locura.
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Pues estaba yo con unos amigos en el bar y de pronto llega uno que ya tenia visto de varios sitios y me dice que si puede hablar conmigo unos minutos. Le digo que vale y salimos fuera para poder oírnos mejor. Así que el pavo empieza a contarme que hace tiempo que me tiene visto y que desde unas semanas atrás no hace más que pensar en mi y que no puede quitarme de su cabeza y que le encanta cómo visto y cómo me muevo porque hace mucho tiempo que me está observando y que si yo quisiera pues que podríamos salir un día y ver qué tal nos llevamos que a él le haría mucha ilusión quizás que cenáramos juntos y que si yo estaba con alguien y que qué bueno que no lo estuviera porque él pensaba que entre nosotros podría haber química. Yo a todo esto sólo había dicho lo justo porque el tío era una máquina de hablar, no es que yo crea que es un pirao ni nada de eso pero es que tendrías que haber oído a la velocidad en que me lo dijo todo, sin un titubeo ni un pararse a pensar qué iba a ser lo siguiente. Así que le dejé hablar un rato más sobre los sitios en los que me había visto, lo bien que me quedaba aquella camisa o aquel tejano, sobre cómo le gustaba mi manera de bailar, sobre si iba al gimnasio y a cuál, sobre mis y sus programas favoritos, sobre el libro que estaba leyendo o la última película que había visto. Una máquina ya te digo. Cuando pensé que ya era hora de volver con mis amigos le digo que estaba muy alagado por sus confesiones y que le gustaría que nos viéramos otro día y charlar un rato más. Entonces se me acerca como para besarme, a mí, que ya sabes que no soy muy besucón y yo me acerco, abro los brazos, él queda dentro, le abrazo como abrazaría al portero de mi casa, el tipo se abraza a mí y me estruja un poquito, le palmeo la espalda un par de veces y nos separamos. Yo entro al bar y él se queda en la puerta con cara de haberse encontrado un décimo de lotería.
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Fue maravilloso. Poder estar allí hablando con él. Poder contarle todo lo que durante tantos días llevaba queriendo contarle. Él me escuchaba atento y sin pestañear, en ningún momento estuvo serio o con cara de que no le gustara lo que estaba oyendo. Es que es tan majo. Tenemos tantos gustos en común. Es que hasta ha leído La sombra del viento dos veces, como yo. No me digas que no es casualidad. Y esos ojos que tiene que te miran y te quieres derretir y te tirarías de cabeza a ellos porque me recuerdan el color de las playas de Formentera. Y esos brazos fuertes que me abrazaron con tanto cariño. Ese abrazo vale por todos los meses que llevo buscándole por los bares de toda la ciudad. Y yo creo que le gusto un poco porque si no, no se entiende que aguantara toda mi perorata sin una sola muestra de pensar qué pesao ni vaya rollo. Es que yo pensaba que íbamos a darnos dos besos de despedida y va él y abre sus brazos y me abraza con tanto cariño que yo creo que algo sí le debo gustar porque si no te das dos besitos al aire y ya está. ¿Tú cómo lo ves?
Pues estaba yo con unos amigos en el bar y de pronto llega uno que ya tenia visto de varios sitios y me dice que si puede hablar conmigo unos minutos. Le digo que vale y salimos fuera para poder oírnos mejor. Así que el pavo empieza a contarme que hace tiempo que me tiene visto y que desde unas semanas atrás no hace más que pensar en mi y que no puede quitarme de su cabeza y que le encanta cómo visto y cómo me muevo porque hace mucho tiempo que me está observando y que si yo quisiera pues que podríamos salir un día y ver qué tal nos llevamos que a él le haría mucha ilusión quizás que cenáramos juntos y que si yo estaba con alguien y que qué bueno que no lo estuviera porque él pensaba que entre nosotros podría haber química. Yo a todo esto sólo había dicho lo justo porque el tío era una máquina de hablar, no es que yo crea que es un pirao ni nada de eso pero es que tendrías que haber oído a la velocidad en que me lo dijo todo, sin un titubeo ni un pararse a pensar qué iba a ser lo siguiente. Así que le dejé hablar un rato más sobre los sitios en los que me había visto, lo bien que me quedaba aquella camisa o aquel tejano, sobre cómo le gustaba mi manera de bailar, sobre si iba al gimnasio y a cuál, sobre mis y sus programas favoritos, sobre el libro que estaba leyendo o la última película que había visto. Una máquina ya te digo. Cuando pensé que ya era hora de volver con mis amigos le digo que estaba muy alagado por sus confesiones y que le gustaría que nos viéramos otro día y charlar un rato más. Entonces se me acerca como para besarme, a mí, que ya sabes que no soy muy besucón y yo me acerco, abro los brazos, él queda dentro, le abrazo como abrazaría al portero de mi casa, el tipo se abraza a mí y me estruja un poquito, le palmeo la espalda un par de veces y nos separamos. Yo entro al bar y él se queda en la puerta con cara de haberse encontrado un décimo de lotería.
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Fue maravilloso. Poder estar allí hablando con él. Poder contarle todo lo que durante tantos días llevaba queriendo contarle. Él me escuchaba atento y sin pestañear, en ningún momento estuvo serio o con cara de que no le gustara lo que estaba oyendo. Es que es tan majo. Tenemos tantos gustos en común. Es que hasta ha leído La sombra del viento dos veces, como yo. No me digas que no es casualidad. Y esos ojos que tiene que te miran y te quieres derretir y te tirarías de cabeza a ellos porque me recuerdan el color de las playas de Formentera. Y esos brazos fuertes que me abrazaron con tanto cariño. Ese abrazo vale por todos los meses que llevo buscándole por los bares de toda la ciudad. Y yo creo que le gusto un poco porque si no, no se entiende que aguantara toda mi perorata sin una sola muestra de pensar qué pesao ni vaya rollo. Es que yo pensaba que íbamos a darnos dos besos de despedida y va él y abre sus brazos y me abraza con tanto cariño que yo creo que algo sí le debo gustar porque si no te das dos besitos al aire y ya está. ¿Tú cómo lo ves?
publicado originalmente en 11/06
versió catalana en www.relatsencatala.com cercador: aquele abraço
2 comentarios:
muy bien, hoy en dia hay que regalar abrazos. Todos estamos con falta de cariño. Pero tu no tendras esa enfermedad a la que llamana enamorarse, no ?. Un saludo.
Pues no sé.. dame un abrazo! SHYSH.
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