Escritor catalán (1912-1994), dibujante y periodista. Autor de novelas y cuentos en los que la realidad cotidiana es invadida por un elemento extraño a ella, distorsionándola. Tras la Guerra Civil, estuvo exiliado en México donde escribió parte de su producción literaria. Combinando realidad e irrealidad y haciendo gala de una fina ironía en sus diálogos e historias, Calders habla de la condición humana, de sus debilidades y preocupaciones, de la indefensión frente a aquello que se sale de los esquemas convencionales. Como muestra, para aquellos que no le conozcáis, he traducido unos relatos breves de su libro De teves a meves.
JUICIO PRECIPITADO
Una vez recibí una flor roja, y no sabía si era una amenaza o el testimonio delicado de una admiradora. Puestos a escoger, me quedé con lo último (porque voy menos sobrado de enamoradas que de enemigos) y ya estaba haciéndome un montón de cálculos felices a base de entrevistas románticas, cuando llamaron a la puerta y apareció un mensajero de esos que van en moto. El corazón me latía deprisa. Pero no: el muchacho me dijo que se había equivocado de piso y me pidió que le devolviera la flor.
ESPEJISMO
El otro día, mientras me afeitaba, me descubrí otra cara. Y no me era desconocida, se parecía a la de un vecino al que no puedo ver, un hombre insoportable con el que me peleo cada dos por tres. Desde entonces me tengo manía y me odio, ya no puedo quedarme a solas conmigo mismo.
LA HORA EN PUNTO
La muerte se presentó cuando no se la esperaba, y él le dijo que no le había dado cita.
-Es que la hora la pongo yo- le respondió la muerte.
-No siempre, no siempre…-replicó él-. Ahora, por ejemplo, tengo la agenda llena y a usted no le va de un día. Pero a mí sí. Llámeme el próximo martes, a eso de las cuatro y media, y quedaremos en una fecha.
-Es irregular, no puedo hacerlo. Va contra los reglamentos- dijo la gran señora.
-Venga, bah- se defendió él, empujándola suavemente hacia la puerta. Con todo el trabajo que tiene no me dirá que depende de un difunto puntual. En cambio yo tengo compromisos ineludibles.
Y la muerte se fue con la calavera entre las piernas, sin entender nada. No le había pasado nunca.
LAS BUENAS COSTUMBRES
El caballo, desorientado por una torpe estirada de la brida, pegó un bote y el caballero cayó en mala posición. El jinete se rompió una pierna y el caballo, convencido de cumplir un deber piadoso, lo remató con una fuerte coz en la nuca.
ilustración necdet yilmaz
2 comentarios:
A veces la muerte no llama a la puerta, entra sin avisar. A la señora muerte no hay que tenerle miedo pero hay que respetarla. un saludo.
Calders es uno de los mejores cuentistas que ha dado la literatura.
besos
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