Amaranta tejía su mortaja. Fernanda no entendía por qué le escribía cartas ocasionales a Meme, y hasta le mandaba regalos, y en cambio ni siquiera quería hablar de José Arcadio. “Se morirán sin saber por qué”, contestó Amaranta cuando ella le hizo la pregunta a través de Úrsula, y aquella respuesta sembró en su corazón un enigma que nunca pudo esclarecer. Alta, espadada, altiva, siempre vestida con abundantes pollerines de espuma y con un aire de distinción que resistía a los años y a los malos recuerdos, Amaranta parecía llevar en la frente la cruz de ceniza de la virginidad. En realidad la llevaba en la mano, en la venda negra que no se quitaba ni parar dormir, y que ella misma lavaba y planchaba. La vida se le iba en bordar el sudario. Se hubiera dicho que bordaba durante el día y desbordaba en la noche, y no con la esperanza de derrotar en esa forma la soledad, sino todo lo contrario, para sustentarla.
(Párrafo al azar de Cien años de Soledad)
3 comentarios:
JAJAJA, Cari, si te digo que hoy pensaba poner un post como el tuyo con el MISMO TITULO (aunque acaba poniendo uno pornografico) me lo creerías?
Tenemos algo de contacto telepático de calvorota a ruvi... te lo juro!
Cari, se ha muerto José Luis Coll, no es casualidad? con lo que le gustaba tb. jugar con las palabras!! R.I.P.
Un Escritor. Así. Con mayúsculas.
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