SIETEVIDASTIENEELGATO

CASA TOMADA 2 (La 1 la escribió magistralmente Julio Cortázar)

Era un día claro de primavera. Jos y Ruth paseaban por el Raval barcelonés disfrutando de un largo fin de semana de descanso y descubrimientos. En una calle cerca de la Rambla se pararon frente al escaparate de una tienda llamada 2ª mano. El contenido de las vitrinas era de lo más interesante. Libros sobre cineastas, viejos carteles, singles de los sesenta, coleccionables, muñequitas, videos de pelis de culto... Decidieron entrar. Tras largo rato de mironear, encontraron dos cosas que realmente les atraían. Entre todas las maravillas de época reciente pero no tanto, Jos y Ruth no decidían si escoger un muñequito gremlin de lo más gracioso o dos números de una revista pulp de los años cincuenta. Finalmente cada uno escogió uno. El dependiente les aseguró que tanto el muñequito como las revistas eran verdaderos originales y que ganaban en valor cada día que pasaba. Sus buenos euros les costaron.
Tras dos días más de paellas en la Barceloneta, paseos por la playa, pelis de Jess Franco en la Filmoteca y visita a la exposición That’s not entertainment en el CCCB, regresaron a su hogar dulce hogar.
El muñequito gremlin fue a la estantería de los muñequitos, junto a Darth Vader, Hans Solo, Terminator, los Kiss, la Nancy Enfermera Sado y otras valiosas piezas de su colección. Las revistas pulp pasaron a las respectivas mesillas de noche de Joss y Ruth.

El mes de mayo de ese año fue especialmente lluvioso. Chubascos continuos caían a cántaros en aquella España que apunto estaba de instaurar la ley seca porque no había más remedio ni más agua. En esas que se produjo una gotera en el techo de la habitación de los muñequitos. Ni Jos ni Ruth estaban en casa. Estarían en el cine o tapeando a cascoporro o trabajando con frenesí. La cosa es que la gotera fue a más y el muñequito gremlin se mojó. Pa qué te cuento limeña, se había vuelto malo de la hostia, se había peleado con Hans Solo arrancándole una parte de la melena y las dos mangas de su camisa, había intentado y conseguido robarle la espada láser a Darth Vader, se había tirado a la Nancy Enfermera Sado y la había atado a la lámpara y había obligado a los Kiss a hacer un concierto unplugged y sin maquillaje de versiones de Dolly Parton. Terminator no vio nada de eso porque había emprendido un viaje al futuro a ver si veía cuando iba a dejar de llover. O estaba en el baño leyendo una de las revistas pulp, nuestras fuentes no pueden asegurarlo.
Para cuando ellos llegaron a casa el jaleo, batiburrillo y guirigay – que no son personajes de la historia sino parte de la banda sonora- habían sido tales que encontraron a los vecinos frente a la puerta de su piso, unos en bata, otros en skijama, otros con camiseta de Megadeath.
-¿Pero es que no sabéis que está prohibido tener animales en la comunidad?-dijo uno.
-Y además los habéis dejado solos, como para denunciaros a la Sociedad Protectora- añadió otra.
-Esta juventud. No sé dónde iremos a parar. ¿Qué irresponsabilidad!- sentenció un tercero.
En esas que se oyen sirenas cada vez más cerca. Jos y Ruth entran en casa dejando a los vecinos con las bocas abiertas, con las críticas a medio proferir y decididos a averiguar qué estaba pasando. Porque una cosa era segura. Animales no tenían.
El timbre del portero automático sonó fuerte e insistente. Decidieron no abrir por si las moscas y las multas.
En la habitación de los muñecos, no había mucho más desorden del habitual. Tan sólo una cosa estaba fuera de sitio. Nancy Enfermera, convertida al masoquismo bondage estaba todavía atada a la lámpara. Los demás, en su sitio. Y una mancha de agua en el suelo. En aquel momento no observaron las caras limpias y arrugadas de los Kiss, ni la camisa rasgada de Hans Solo, ni la mitad del pelo que le faltaba, ni el desconsuelo de Darth Vader por haber perdido su arma.
El timbre, esta vez de la puerta, sonaba con insistencia. Jos se dirigió hacia la entrada del piso y preguntó:
-¿Quién es?
-Policía. Abran la puerta.
-Pos no va a ser posible porque estoy desnudo y tengo escarlatina. Se podrían contagiar.
-Ha habido una llamada de sus vecinos…
-Si, ya, es que estábamos viendo una película de muchos gritos y luchas y creo que no hemos regulado bien el volumen del home cinema. Lo siento. No volverá a pasar.
En el rellano exterior el marujeo llegaba a su cenit:
-Pero si acaban de llegar…
-Yo creo que esos dos esconden algo…
-Les están tomando el pelo, agentes.
-Venga señores, cada uno a su casa que es tarde. A dormir. Buenas noches.
Jos y Ruth daban gracias a su suerte, les había tocado una pareja de polis enrollada.
-Oye, ¿tú has puesto la Nancy Enfermera en la lámpara?
-Yo no.
-Pues yo tampoco.
-¿Vamos a la cama cariño?
-Volando y sin más dilatación, amor.
En la otra habitación, los ojos del muñequito gremlin refulgían en la oscuridad.



¿No os pasa que os parece que cada día conocemos un poco más de los compañeros de aventura bloguera? Me he permitido el atrevimiento de convertir a Jos y Ruth en personajes de una ficción. Y me permito proponeros que hagáis lo mismo. Escoged vuestro/a muso/a o “víctima” y especulad, inventad, contad lo que os inspire. Yo me lo he pasado muy bien. Ya estaba en la cama y la historia ha tomado forma de manera automática. Me he levantado y me he puesto a escribirla.